ESCRIBIDME A:
|
CONFIDENCIAS
Amanecía el 17 de marzo de 1976. Un discreto apartamento en el centro de Roma. De fondo, la Segunda Sinfonía de Brahms. Luchino Visconti mira a su hermana, y con voz tenue pero firme dice:
-"Ya basta. Estoy cansado"-
Esa fue su despedida, elegante y a
la altura del personaje.
Luchino Visconti di Modrone, conde de Lonate Pozzolo, nació el 2 de noviembre de
1906 en Milán. Como todos los genios actualmente está ubicado por méritos
propios en el Olimpo del cine italiano y mundial, supo como nadie enarbolar la
contradicción como bandera, haciendo un cine único y personal. Como bien dijo su
fiel director de fotografía Pasqualino de Santis:
- "Con Visconti muere también un
cine que sólo él sabía hacer. Llevaba la belleza en sus ojos y lo plasmó en
todos sus films sin excepción. Tal vez por esa contradicción son sus orígenes
aristocráticos y su humanista interpretación del marxismo, aspectos que marcaron
su trayectoria vital y profesional sin que Luchino renunciara a nada. Jamás se
marchará de nuestra mente."-
Responsable de títulos
míticos de la historia del cine, Visconti estaba en plena fase de montaje de
LUDWING, pero ya anhelaba la aventura de un nuevo rodaje. En la terraza de un
hotel en Roma, con la guionista Suso Cecchi d´Amico, mientras esperaban la
llegada de un par de productores con los que negociar un nuevo proyecto. De
pronto el maestro se derrumba sobre su silla, abatido por una trombosis
cerebral. La parte izquierda de su cuerpo está paralizada, y los médicos no se
atreven a dar esperanzas. Visconti, testarudo, no acepta la sumisión y se aplica
día tras día, con ejercicios interminables que, muy poco a poco, le permiten
algo de movilidad. Ordena montar una sala de montaje en las caballerizas de su
casa, y allí termina una de sus mejores y mas costosas películas, un retrato mas
que fiel de Luis II de Baviera y por la que yo siento un cariño especial.
Necesita trabajar, y después del estreno de esta película acepta la dirección de
una obra de teatro de Harold Pinter, una pieza sencilla, con pocos personajes y
discretos decorados. Ya no estaba para grandes y aparatosos montajes. Quizás
fuese ese motivo de aceptar la siguiente película, una historia ajustada al
espacio de dos habitaciones y ponerse de nuevo tras las cámaras. En abril de
1974 comenzó el rodaje de lo que para muchos es su testamento: CONFIDENCIAS.
Aunque después llegó a filmar EL INOCENTE, muchos siguen considerando a
"Confidencias" como su auténtica despedida, Cuenta la historia de un profesor
norteamericano jubilado, que vive lejos del mundanal ruido en un lujoso y
decadente palacio de Roma. Inesperadamente asume como inquilinos a una marquesa
y sus extraños acompañantes: su amante, su hija y el novio de su hija.
CONFIDENCIAS fué galardonada con el premio a la mejor película del año en
Italia, y en la Seminci de Valladolid con la Espiga de plata
CONFIDENCIAS es la historia de un intelectual maduro que, no consiguiendo vivir
de acuerdo con su tiempo, choca violentamente con la generación actual, quedando
profundamente marcado por esta experiencia el resto de su vida... Para mí, la
mejor escena es la que, hacia el final, reúne alrededor de la mesa a los cinco
personajes protagonistas: posibilita el enfrentamiento de esos personajes
diciéndose las más terribles verdades. Es un cuadro de familia que se transforma
en una cena trágica. El profesor sufre a causa de su soledad y comprende que se
ha equivocado. Se ha encerrado en sí mismo porque tiene miedo de que los
problemas de los otros se conviertan en suyos y acaben por hundirle. Prefiere
ocuparse de las obras que han realizado los hombres antes que de los propios
hombres. Existe, por una parte, la tentación en las personas de edad madura de
protegerse de una vida que en adelante no les ofrece ninguna esperanza, su deseo
de refugiarse en los recuerdos, un bagaje de conocimientos que no podrá ser
aumentado. Y, por otra, los jóvenes con su vitalidad, su lado irracional, su
propósito de no creer en nada y de rechazar todo lo que se les ponga por
delante. Los jóvenes y su fascinación. No se trata de un film autobiográfico. El
protagonista detesta a la gente, detesta el ruido de los demás, y vive en un
silencio total. A través del personaje de Burt Lancaster he querido examinar la
posición, la responsabilidad, las ilusiones y los fracasos de los intelectuales
de mi generación. Es la parábola de una cultura. Por medio de este personaje he
tenido la oportunidad de verme en varias ocasiones, algunas situaciones y sobre
una clase a la que pertenezco. Pero no hay mas, la identificación acaba ahí.
CONFIDENCIAS describe la historia de una familia, la autodestrucción y la
descomposición de la misma. Mis artículos sobre el cine, siempre navegan hacia
este tipo de historias, como contaría un réquiem porque me parece más justo y
oportuno contar tragedias. En mis Films, las relaciones llegan al punto máximo
de exasperación. Como en MUERTE EN VENECIA, el dilema en Confidencias se plantea
entre la vida, con sus imperfecciones, y el arte, tan perfecto como inanimado;
entre el orden y el desorden, que en aquella película era meramente espiritual y
aquí es, además, físico. Prototipo de héroe viscontiano, el viejo profesor se
debate en un callejón sin salida, entre la nostalgia del pasado y el rechazo del
presente. A pesar de que tanto el autor como sus colaboradores han negado el
posible cariz autobiográfico del personaje, en base a la sociabilidad de
Visconti y al hecho de que raramente estuviera solo y menos aún alejado del
mundo exterior, pero es evidente que en el trasfondo del mismo existen notables
afinidades.
De los muchos diálogos que hay en la
película, he querido extraer el siguiente:
Profesor:
“No soy reaccionario. Creía que
lo había comprendido”-.
Stephano:
“No, no lo había comprendido.
También usted está mimetizado. No he conocido hasta ahora ningún intelectual que
no se proclame de izquierdas. Afirmación que, por suerte, casi nunca concuerda
con su vida o sus obras”-.
Profesor:
“Los
intelectuales de mi generación se han esforzado en buscar un equilibrio entre la
política y la moral. La búsqueda de lo imposible "..
Por la misma razón me he referido anteriormente a que existen notables
afinidades. Visconti se halla inequívocamente reflejado en la personalidad del
protagonista, CONFIDENCIAS se revela como un film testamentario por excelencia.
Sólo el azar y el tesón del director consiguieron que no fuera realmente lo
último que hiciera..
Tenía ganas de escribir sobre
CONFIDENCIAS, una de mis películas favoritas... Desde que la vi por vez primera
me ha acompañado, han pasado casi cuatro décadas. Siempre que vuelvo a
contemplarla me sorprende tanto como aquella primera vez y me refrenda en las
bases de muchas de mis creencias sociales, y ratifica mi admiración enorme por
Visconti con quien no me relacioné en persona, pero sí tuve el lujo de conocerle
por su obra imperecedera. No sabía cómo iba a funcionar el film, porque el paso
del tiempo podría haberle afectado alejándolo del espectador, pero la respuesta
fue brillantísima, sentí un orgullo enorme por cada una de las frases con las
que nos sorprendió y la delicadeza y cuidado con que supieron acogerla todos los
críticos, sazonándola incluso y enriqueciéndola con aportaciones técnicas,
nuevos enfoques y miradas que añadieron más luz a la luz. CONFIDENCIAS es una
película especial que vino envuelta en la turbulencia del tiempo en el que fue
filmada y se salió de la pantalla para trascenderse por todo lo que acontecía en
Italia en ese momento, y por lo que le estaba viviendo personalmente el propio
Visconti. El largometraje se estrenó en 1974, Italia vivía sobresaltada por los
terribles atentados terroristas infligidos en su mapa. El terrorismo no tiene
signo, es terrorismo puro y duro, pero para que se entienda mejor os diré que en
teoría los crímenes provinieron de ambos extremos: por un lado de Ordine Nuovo,
una organización neofascista, también se habló de la implicación de la liga
anticomunista y por otro de las Brigadas Rojas. En 1970 hubo un intento de golpe
de estado, Valerio Borghese, oficial de marina condecorado, fundó la
organización de extrema derecha Fronte Nazionale y tras la fallida tentativa
huyo lejos de Italia. Este entorno puso banda sonora a una de las películas mas
personales y bellas del maestro italiano.
Ante la desoladora tristeza de asistir a los entierros de jueces y de víctimas
abatidas en trenes, manifestaciones y plazas, los dos hombres más
representativos de Italia, Aldo Moro, perteneciente a la democracia cristiana y
dos veces primer ministro y Enrico Berlingüer, líder de la segunda fuerza
mayoritaria: el partido comunista italiano, intentaron por todos los medios
crear un gobierno de concentración llamado Solidaridad Nacional. Enrico
Berlingüer presentaba su proyecto eurocomunista, dando así prioridad a la
singular idiosincrasia de los italianos y al entendimiento entre personas, pero
intereses subterráneos atribuidos entonces por un lado a la CIA, obsesionada por
frenar la llegada al poder de los partidos marxistas en cualquier parte del
mundo y por otro a la mafia y a su capacidad para comprar abogados y jueces,
dieron como resultado el secuestro y posterior asesinato de Aldo Moro a manos de
militantes o comandos de Las Brigadas Rojas. No sirvieron los ruegos de Pablo
VI, durante el secuestro, ni el resto del clamor mundial, su cuerpo exánime
apareció en un maletero, justo a mitad de camino entre ambas sedes, la de
Democracia Cristiana y la del PCI, las sospechas soterradas sobre quienes
estaban implicados en la trama llegaron a señalar incluso al futuro primer
ministro Andreotti. Las largas sombras, todavía hoy, siguen ocultando los
pormenores de aquella desgracia y ya estamos acostumbrados a dejar pasar
asesinatos sin resolver. Si Italia ha evolucionado desde entonces será cuestión
de enfoques, lo que tengo más claro cada día es que a las pobres gentes de a
pie, entre las que me encuentro, no nos cabe en la comprensión la capacidad
manipuladora de quienes mueven los hilos de los infiernos de los que se venden
al diablo y a sus malditos becerros de oro. Nos resistimos a creer que nuestra
capacidad de decisión esté de adorno, y es bueno resistirse, es nuestro deber y
además no nos queda otro remedio, aunque no puedo evitar pensar, dadas las
circunstancias, que las pobres gentes les importamos una mierda.
Esta fué la banda sonora en la que se vió envuelto el estreno de CONFIDENCIAS, porque contiene muchos préstamos personales del propio Visconti: cuando la realizó se encontraba muy enfermo, acababa de sufrir una trombosis que le dejó paralizado el lado izquierdo del cuerpo. Tuvieron que enviarle a Suiza porque a diferencia del protagonista de la película al que tanto le gusta estar solo, en el hospital de Roma no cesaban las visitas, allí se sometió a un arduo y espartano tratamiento de ejercicios de rehabilitación que le devolvió bastante movilidad apoyado en sus muletas. No podía vivir sin trabajar y pidió a los médicos que se lo permitieran alegando que no tenía la más mínima intención de morirse en la cama de un hospital. Así era la época y así era uno de los directores mas grandes que ha dado el cine. Nunca cesó de crear, de plasmar belleza y de dirigir como nadie a actores que, sin ser perfectos, alcanzaban el perfeccionismo absoluto en las películas que dirigió. Lo conmovedor de CONFIDENCIAS es que aunque el espectador no conozca los pormenores de trastienda que estoy contando si capta sin embargo que en ella depositó su legado, ese testamento repleto de vida, que rezuma impaciencia por querer decir todo lo que no había dicho todavía, por querer darnos tanto como aún le faltaba por entregar; en ella condensa pensamientos, sentimientos, aclaraciones, desahogos, planes… tanto deseo de completar la obra, de pedir prórroga… Visconti sabía que iba a morir pronto aunque no quería irse. Aún tuvo tiempo de dirigir, EL INOCENTE postrado en silla de ruedas. Visconti nunca quiso dejarnos, pero irremediablemente murió y con él, desapareció para siempre una forma de hacer cine.
.
Hace muchos años cuando yo le descubrí como director y contemplando EL GATOPARDO
yo ignoraba todo lo que estoy escribiendo, pero cuando vi esta película, sí
recuerdo con perfecta nitidez lo que sentí: noté como su mano se salía de la
pantalla y tomaba la mía para ayudarme a entrar y una vez a su lado me susurró
al oído:
Observa Juan - me dijo -, todo esto que ves es mío, pero quiero compartirlo contigo, y para que puedas tenerlo sólo se me ocurre mostrártelo, donártelo con mi cámara. Esa cámara que acariciaba con parsimonia, muebles, cuadros, lámparas, joyas, rostros, cuerpos, miradas, bocas.
Podría entrecomillar esas palabras, porque sé que me las dijo, igual que yo la escribo para vosotros. Visconti filmaba en sus palacios, y si en una de sus películas aparecía un corsé era sin duda el que vistieron su abuela o su madre, si exigía un jarrón de cristal de murano y en su lugar le colocaban otro, desde lejos exclamaba, ¡os dije murano! Todo en su cine rezuma verdad. No le dejaban en paz en aquel tiempo que tanta definición sectaria necesitaba. No encajaba entre los suyos: ¡un aristócrata con inquietudes sociales!, y entre los que quería estar tampoco, le miraban con lupa el color de los autores que escogía para adaptar. Le acusaron de decadente, contradictorio y sospechoso, ¡un humanista marxista!. Sin comprender que estaba devolviendo al pueblo todo su “caduco y decadente” mundo, del único modo en el que sabía hacerlo: con su cine, el arte más popular, el que llegaba hasta el último estrato social. Estaba dando acceso, abriendo puertas de par en par, pero al igual que la familia de CONFIDENCIAS, unos y otros entraron al asalto en sus intenciones, en sus interiores sin sensibilidad para apreciar siglos de historia, sin respeto. La alta burguesía emparentada con poderosos capitalistas industriales, recibió a través de esta película sus justos bofetones, retrato de nuevos ricos maleducados, sin principios pero con voracidad de horda para enredarse y asociarse con los sucios contubernios del mal que sólo responde a la avara acumulación de riqueza y borrachera del poder por el poder. Displicentes que crean leyes represivas para que las cumplan otros. Gente de doble moral cuyas normas diseñadas por ellos mismos e impuestas con embudo no se aplican para sí abusando de bula y exención. La película está llena de matices que dejan claro quién es quién y cómo piensa, siente y actúa y qué posición ocupa y a qué parcela social está representan. Hay que destapar los frascos para oler los contenidos, no vale con mirar las etiquetas si queremos tener criterio propio, como ya he dicho otras veces, aunque los contenidos parezcan a simple vista iguales, no siempre huelen bien, ni saben a elixir afrodisíaco, a veces su olor es putrefacto.
El análisis de la película
parte de lo privado para llegar a lo público y consigue retratar a Italia y al
mundo en sus esencias y de forma intemporal entre cuatro paredes. Cada uno de
los protagonistas representa un estatus y en los reproches mutuos vemos como
los compartimentos estanco son inamovibles, nadie se mezcla, esa es la crítica
de la que el propio Visconti no se excluye. Burt Lancaster, alter ego en este
caso de Visconti, ocupa el espacio del intelectual, de hecho durante todo el
metraje es nombrado como profesor, desconocemos su nombre. El planteamiento de
escoger entre los hombres o sus obras está latente en cada escena y en mi
opinión, el profesor se flagela en exceso por la parte que le toca. Queda claro
en la película que no se trata de encerrarse a mirar cuadros mientras la vida te
exige implicación, y ese recordatorio y bronca los traslado a mí misma. Pero me
duele que él, Visconti, se reflejara en el profesor pidiéndose cuentas sobre la
responsabilidad del intelectual, y que hasta la muerte se estuviera haciendo
reproches, porque no se dedicó a lo que hace el protagonista, no se quedó
mirando naturalezas muertas desde una atalaya ni se escondió en sótano alguno
para coleccionar y limpiar lienzos. Se pueden entregar muchas cosas en la vida a
los demás, pero una de las más valiosas es el conocimiento y todavía es mayor
regalo el arte, y él, Luchino Visconti, nos llenó el plato, aunque tuviéramos
que desbrozarlo de las pavesas de envidia con las que salpicaron todas las mesas
a las que nos invitó a cenar. Debió sufrir mucho por la incomprensión de sus
coetáneos, también por sus errores sentimentales, se dice que Helmut Berger se
apresuró a vender todas sus cartas en cuanto murió. Si esa impudicia es cierta,
¡cómo me indigna!, porque entonces el paso por su vida, el caminar a su lado no
le sirvió de nada. Si miramos con detenimiento el personaje que interpreta
Helmut Berger en CONFIDENCIAS y vemos cómo el director lo salva, con qué
ecuanimidad lo juzga incluso siendo un gigoló de doble vida que podría además
estar metido en líos de drogas o ser un activista comprometido con ideales o un
delator o un terrorista…; si observamos cómo en cualquiera de las circunstancias
lo considera víctima de ambos mundos o submundos que presumen de estar juntos
pero jamás revueltos, cómo entiende y justifica la fascinación que Conrad siente
por la vida de los ricos que, pueden acceder a la cultura aunque sea para luego
despreciarla sin haberla usado; si escuchamos que a ese mundo se le permite
entrar por la puerta del dormitorio pero sólo si se comporta como un perrito
faldero y no de pelea, que accede a esos espacios pero no puede aspirar a ellos
porque le están vetados por falta de cuna y pedigrí; si Visconti nos lo presenta
con su mejor imagen, diciéndonos que dicho ambiente lo prostituye y ni se le
ocurre considerar que Conrad también haya elegido prostituirse, y en todo
momento lo defiende como víctima o producto del capricho y del poder; si
comprendemos que el director deja abierta a la dignidad cualquiera de las
posibilidades y escucha su voz y admite sus denuncias y demandas y erige a
Conrad en juez de los demás…; si además sabemos que la película guarda
paralelismos entre el actor y su personaje y después de todo el delicadísimo
trato nos enteramos de la posible venta de esas cartas, es algo privado entre
los dos, pero Helmut debe reconocer que jamás brilló tan alto como actor que
cuando las manos de Visconti se posaban sobre tu bella piel. Pensar esto y creer
lo que se comentó después de su muerte, que yo jamás creeré...Pero las personas
de corazón elegante a veces confunden juventud y descaro con belleza creyendo
que son lo mismo.
Está muy bien que
alguien nos diga, al igual que el profesor en la película, que moral y política
deben de ir juntas, y que ser rico no equivale a ser distinguido. No se debe
sentir tanta culpa cuando tu único mal ha sido trabajar hasta la muerte para
entregar siglos de historia de la que encima eres testigo directo. Pero me duele
que al final el profesor mire como sus manos están vacías, cuando las de
Visconti no lo estuvieron jamás. El origen de la enfermedad de director parece
haber estado en el frío clima de montaña que soportara durante el rodaje de
LUDWIG, la falta de descanso y sobre todo el carácter de fumador compulsivo de
Visconti y el no haber tomado la medicación oportuna cuando recibió en su salud
los primeros "avisos". Al final de su carrera, Luchino Visconti todavía
conservaba prácticamente intacta su capacidad para combinar una minuciosa puesta
en escena con su característico poderío visual y la consecución de un estilo
cinematográfico muy literario, casi teatral, tan grandioso y solemne como
intimista y cercano. Aunque no fué su última obra, sin duda es GRUPPO DI
FAMIGLIA IN UN INTERNO, a la vista de su biografía personal y los temas y tonos
empleados a lo largo de su filmografía, puede considerarse su testamento
cinematográfico y artístico..
La película se construye sobre una serie de pensamientos y dudas, que acentúan los contrastes entre los temas y puntos de vista escogidos por Visconti. En primer lugar, entre el mundo presente y el pasado rememorado con nostalgia. El Profesor aborrece las convenciones, las formas, los intereses de la vida de su tiempo, y por ello encuentra placer, reposo, la tranquilidad que tanto ama en las pinturas y libros del pasado, un pasado recreado con ternura y armonía, con melancolía y sensibilidad a flor de piel. Este amor por el pasado encierra una trampa: el Profesor odia el presente porque no quiere sus problemas, sus dilemas, la necesidad de tomar decisiones sobre un mundo que rechaza. Los problemas del pasado ya están enunciados, estudiados, comprendidos y resueltos, para bien o para mal. Se puede volver a ellos para conocerlos, pero sin dramas, sin jugarse la vida. No quiere que los conflictos de otros perturben su presente, sus memorias, sus rutinas. El miedo, por tanto, suple a la comodidad. Es el temor, inseguridad, la duda sobre su capacidad para estar a su altura lo que le hace encerrarse en un mundo intelectual hecho a la medida de sus necesidades y querencias. Cuando, gracias a la frescura y espontaneidad de Lietta y a sus apetitos, el Profesor introduzca en ese nostálgico mundo personal el recuerdo de las mujeres de su pasado, las actrices Dominique Sanda y Claudia Cardinale, en breves, casi espectrales secuencias, aparecen con tintes fellinianos, súbitamente perderá la acostumbrada comodidad y se pervertirá en sus recuerdos el carácter de refugio ante la llegada de un dolor, de un sentimiento de pérdida, de la convicción de que su soledad, que él siempre creyó deseada, es forzosa, y por tanto, como decisión racional fue un error, y como resultado de su vida, un fracaso. Por tanto, su memoria, sus recuerdos, ya no le servirán ante la nueva situación creada por sus vecinos. Ello introduce el segundo tema: el choque generacional. El intelectual de su tiempo, el hombre repleto de sabiduría y conocimientos, el laureado docente universitario, no encuentra recetas, fuerzas, argumentos para estar a la altura de los jóvenes, a quienes desconoce, y relativiza todo su caudal de pensamiento y cultura porque no encuentran la forma de aplicarlo a los problemas cotidianos de la era moderna.
Esta bellísima película incide en esta incapacidad del intelectual para enfrentarse a los problemas de ahora; esta reveladora concepción de la realidad influye notablemente en el personaje del Profesor, en cierto modo lo desnaturaliza, le obliga a salir de sí mismo, a comportarse como otro, adquirir los modos y maneras de las personas que antes creía odiar, de las que huía, a fin de resolver situaciones que ya nunca más serán ajenas. Esta conciencia del choque, este darse cuenta de que el Profesor vivía en un teatro de función única para un espectador único, le marcará de por vida, haciendo que cuando todo termine, ya nada vuelva a ser como antes, y su refugio de antaño, su continua vuelta a un pasado diseñado a la medida de sus necesidades, se ha derrumbado. La conflagración entre el hombre mayor sin esperanzas ni alicientes para lo que le queda de vida y la juventud irracional, impulsiva, descreída, vitalista, fascinante, resulta en última instancia trágica para todos.
Y así el maestro, construye un calidoscopio de tal naturalidad que nos deja exhaustos en tan bella pagina de cine. Construye una parábola sobre la cultura de su tiempo, sobre su incapacidad para adaptarse a los problemas de ese año, 1974, crisis económica incluida y por tanto, sobre el fracaso de toda una generación. Para ello utiliza dos de sus vehículos narrativos habituales. Primero, el típico héroe viscontiano, que encuentra su mejor replica en un soberbio Burt Lancaster, extraordinario se le mire por donde se le mire, y por otro, uno de los temas fetiche del director italiano, la crónica íntima del desmoronamiento de la familia como metáfora de la pérdida de valores, conocimientos, referentes culturales, puntos de vista válidos sobre la vida y conciencia de derechos. El conflicto entre la vida y el arte, entre el caos y la calma, entre la memoria y la deuda moral, lo efímero, lo material y lo espiritual, el recuerdo monolítico, conservado inerte como un bloque de mármol en un museo o la vida sorprendente, tramposa y caprichosa pero llena de sensaciones reales, auténticas, inagotables, todo le sirve a Visconti para retratar, de nuevo en su cine, la desaparición de un mundo, el hundimiento de un pasado cuyos retazos se recogen de manera imperfecta en libros que ya nadie leerá y en pinturas que nadie mirará. A los lujos decimonónicos del piso del Profesor y a sus tapices, pinturas, bibliotecas y objetos de coleccionista se contrapone la planta superior, reformada a golpe de mazo y martillo, convertida en una estancia de paredes blancas, moquetas, espacios diáfanos y muestras psicodélicas, del arte contemporáneo.
Además de la soberbia puesta en escena, de las interpretaciones, en especial
Burt Lancaster y Silvana Mangano y Helmut Berger, resulta especialmente
estimable el guión lleno de riqueza en contenidos y situaciones, que va de lo
intelectual a lo carnal, el trabajo de cámara y la atmósfera solemne, sólida,
teatral en el buen sentido, del trabajo de ambientación y vestuario. Con todo,
lo más destacado de esta cinta es sus minutos finales, esa reunión de todos los
personajes en torno a una mesa en una cena elegante que, a la manera de las
historias canónicas de detectives, sirven bien para resolver el crimen o bien
para que Visconti se enfrente a sus personajes, los lleva a una guerra en la
cual los odios, resentimientos, fracasos y traiciones se convierten en verdades
lanzadas como cuchillos, hasta un desenlace, homicidio o asesinato, queda a
voluntad del espectador, que constata la pérdida de perspectivas y anclajes de
un mundo deshilachado en el que el Profesor ya no tiene sitio, y la destrucción
de un mundo de nostalgias al que ya no es posible volver, porque ha saboreado la
amargura de la vida real.
Hace días pude ver otra vez CONFIDENCIAS, me provocó inquietud, me hipnotizó como me ocurre con otras películas de Visconti, sobre todo las escenas finales, siempre me cautivaron. La trama tiene varios puntos para el análisis y es una película con argumento absolutamente contemporánea a la época en que se rodó. Burt Lancaster, me enamora su personaje, ese triste y solitario Profesor del que intuimos todo su pasado. Personaje viscontiano, el profesor ya anciano en una vieja y preciosa casa que se cae a pedazos como él, vive rodeado de cuadros y obras de arte, sumido en su propia rutina de soledad, se siente muerto en vida hasta que padece una atracción especial por un ser humano que forma parte de unos incómodos inquilinos. El joven Konrad, una especie de gigoló y jugador que campea entre las decadentes clases altas. El joven tiene el rostro enigmático de Helmut Berger, un rostro perfecto, bello que esconde algo complejo y oscuro. Sin duda ésa fue la intuición de Visconti, la fuerte atracción que emanaba y que además enamoraba a la cámara. Berger fue pareja de Visconti durante sus últimos años. Su muerte le provocó una depresión y pasados los años cayó en el olvido. Continuó trabajando como actor pero nunca volvió a recuperar el halo y el éxito que alcanzó en los 70. Visconti estaba ya muy enfermo cuando rodó Confidencias, quizá por eso la película también recoge una cierta atmósfera de nostalgia-elegía y sobre todo se intuye una bonita relación paterno-filial, de atracción intelectual y sexual entre El Profesor y Konrad que es lo que más gusta de la historia.... Un punto que entusiasma de esta película, hay secuencias llenas de dramatismo, como cuando el profesor le lleva al blanco lecho llorando su temprana muerte, el rostro de Burt es todo un mapa de sentimientos, de rabia, pero sobre todo de una enorme perdida. Ahora es cuando está realmente solo, su ilusión se la llevó el viento y su corazón no resiste. Aquí Visconti nos obsequia con uno de los pasajes mas bellos de toda su filmografía. En CONFIDENCIAS, Berger muestra un rostro bello y lleno de ambigüedad, como en LA CAÍDA DE LOS DIOSES, y en EL JARDÍN DE LOS FINZI CONTINI , sin olvidar su extraordinaria interpretación de LUÍS II DE BAVIERA.. En CONFIDENCIAS logras odiarle, compadecerle y comprenderle, tal y como le ocurre al Profesor. Sín duda, es difícil que Berger deje indiferente.
En el resto del reparto, destacan, Silvana Mangano, en su cuarta colaboración con el director, y consigue expresar con gran clase y perfección el carácter sórdidamente materialista de la marquesa Brumonti. Los personajes de Lietta y Stefano están mucho menos desarrollados, reducidos a lo esquemático, fueron suficientemente servidos por Lina Marsani y Stefano Patrizi, dos actores de los que apenas se ha oído hablar más: ella había obtenido el año anterior un título de "Miss" y él era hijo de una actriz bastante conocida en el cine italiano, Valentina Cortese. Vuelvo a mencionar las breves apariciones en "flash-back" de la madre y la esposa del profesor, que no figuran en los créditos, y que son Dominique Sanda y Claudia Cardinale. Además, utiliza música de Mozart en dos momentos cruciales de la película: el disco que escucha Konrad en casa del profesor, la noche que hablan por primera vez, que contiene el aria de concierto Vorrei spiegarvi o Dio y que al joven, mientras lo escucha fascinado, le inspirará el comentario "Adoro a Mozart" y por otro lado el 2º movimiento de la Sinfonía Concertante para violín y viola, que el profesor escucha a solas cuando es interrumpido por la estridente música del piso de arriba, y que también sonará cuando relate la historia del inquilino que es en realidad la muerte. El aria la escuchamos en la voz de la soprano Emilia Ravaglia. Para la producción de Confidencias, Visconti daría un nuevo escándalo al aceptar como productor de la película a Edilio Rusconi, industrial de tendencias derechistas; se justificará diciendo que su película no es de derechas, que el productor ha puesto el dinero pero no ha influido en la realización de la película. En conjunto, la película es toda una obra de culto y una obra maestra, digna y con el interés añadido de mostrar una visión de la época, y no cuidadosas ambientaciones históricas; es, sin embargo, su carácter de "testamento" y el conocimiento de las circunstancias en las que fue rodada, un film mucho mas que fiel al maestro, es el propio retrato de los últimos días de Luchino Visconti. CONFIDENCIAS, es el más viscontiano de todos los filmes del maestro. Esa iluminación tenue hasta el ostracismo, ese único set escenográfico que sólo nos remite a “Las Noches Blancas”; esa capacidad de transmitir, con un enmarcable vigor literario, el sentir de cada uno de sus personajes; y ese tono de interioridad que escudriña casi en penumbra el fondo de aquella alma que se pluraliza en cuatro otras almas traídas de la ficción, hace de “CONFIDENCIAS” un filme que marca un punto y aparte en su filmografía. Quedando bien sellada una lección inadmisible:
-" Es cierto que
las águilas vuelan solas y los cuervos vuelan en manadas, pero, en soledad el
águila se vuelve huraña y depredadora, y no tiene más objeto que ella misma o su
única familia. El ser humano se realiza con el otro, se despliega con sus
congéneres, y sólo halla el sentido de la vida cuando, en la cercanía de los
demás seres humanos, ve fluir ese gigante en estado de erección, ya solo le
interesa el contacto humano y el morbo del olor a sexo"-
Sin embargo, la salvación del sabio es tardía, y tristemente
el espectador conoce el destino del Profesor desde los créditos, magníficamente
escogidos, con la primera estampida que precede la Sinfonía de Mozart, casi a
modo de Big Bang...excelente metáfora del film. El Profesor interrumpe su
letargo, para contemplar el presente de la Italia, y con ello la caída en
desgracia de la nobleza, de las iniciativas marxistas y los ideales del Mayo del
68, pero se aferra a la perfección y la seguridad que aporta el arte, ante la
imperfecta e inconstante vida humana…
Visconti plasma testamentariamente los fundamentos de su filmografía, y el ritmo vital prosigue, martilleando cada segundo. El Profesor se parece mucho más de lo que cree al personaje novelesco que vive una situación cercana a la del protagonista de El séptimo sello.
Maravilloso film para la historia del cine y todo un deleite visual, nadie que ame el cine, sentirá ese hueco orgásmico que produce visionar una obra maestra.